viernes, 15 de noviembre de 2013

EL TRIUNFO DEL GRAN HERMANO



Hemos caído en la trampa.

Es triste aceptarlo y sobretodo resulta profundamente descorazonador.

Pero es la cruda verdad.

La dictadura global avanza con paso firme y seguro.

El infierno del Control Masivo ya es un hecho imparable.

A mucha gente quizás le parezca absurdo que ahora, precisamente ahora, cuando se desenmascaran los casos de espionaje masivo de la NSA y de WikiLeaks, alguien se exprese de forma tan derrotista.

Mucha gente quizás piense que jamás se habían desvelado tantas verdades juntas y que la sombra del Gran Hermano se aleja definitivamente, diluida por la cegadora potencia de los focos mediáticos.

Pero son precisamente esos focos mediáticos los que revelan la cruda realidad, los que nos muestran cuan terrible es la situación que estamos viviendo.

Porque realmente importa muy poco, por no decir, absolutamente nada, lo que está sucediendo sobre el escenario.

Poco importa que los gobiernos Europeos y Latinoamericanos se muestren indignados ante la vigilancia masiva de la NSA.

Poco importa que algunos de ellos colaboraran o no en la vigilancia Norteamericana, como es el caso de Francia y España, enfrascados como están sus máximos dirigentes Hollande y Rajoy en una frenética carrera por dirimir cuál de los dos alcanza las más altas cotas de ridículo en la política Europea.

Poco importan las medidas que tomen Angela Merkel, Dilma Rousseff, o los altamente democráticos gobiernos de China y Rusia en su lucha por rematar al malvado Imperio Americano, convertido ya en villano de su propia película.

Ni tan solo importan las nuevas revelaciones que puedan surgir a partir de ahora, porque en realidad, nada va a cambiar lo que puedan aportar Edward Snowden, Julian Assange, la NSA, ni mil y un documentos filtrados o sacados a la luz quien sabe desde qué oscuros ficheros.

No nos dejemos embaucar por la estimulante inmediatez de las noticias ni por el torbellino de detalles superficiales formados por luces de colores y titulares rutilantes y explosivos.

Y mucho menos por las presuntas soluciones que surgirán milagrosamente, aparentemente destinadas a preservar nuestra privacidad y nuestra seguridad en ese pomposamente bautizado como espacio de libertad que es Internet.


Porque la verdad es que el Gran Hermano ya ha triunfado.

Ya está aquí.

Y ha llegado para quedarse para siempre, para formar parte integral de la Especie Humana hasta el fin de los tiempos.

Esa es la espantosa y terrorífica realidad.

¿Por qué?

Porqué ya vivimos sometidos al más estricto control las 24 horas del día, rodeados de las omnipresentes cámaras de vigilancia en calles, oficinas, edificios y carreteras.

Y porque somos totalmente incapaces de prescindir de los móviles y de las Tablets y sobretodo de Internet y del imparable almacenamiento de nuestros datos en la Nube, esa suerte de creciente cerebro común que nos arroja a un nuevo y tenebroso estado como especie.


Y ante todo, porque a nadie le importa ni le preocupa en lo más mínimo que le estén vigilando y controlando.

Porque al fin y al cabo, ¿Cuales han sido las 2 frases más pronunciadas por la ciudadanía tras desvelarse el escándalo de vigilancia masiva de la NSA?

“Todos lo sabíamos”

Y

“Yo no tengo nada que esconder”

Frases repetidas hasta la saciedad por la gente de la calle, como un mantra hipnótico, que revelan el profundo estado de condicionamiento mental y de vergonzante sumisión al que estamos todos sometidos.

Porque en realidad, estas frases ocultan un mensaje mucho más duro de aceptar:

“Todos lo sabíamos” en realidad significa: “no hicimos nada por impedirlo”

“No tengo nada que esconder” en realidad significa: “no me importa en absoluto que me vigilen…no me importa mi privacidad ni me importa mi dignidad como ser humano…solo quiero que me dejen seguir jugando con mis chismes”

Y este es el punto clave que determina el triunfo final del Gran Hermano.

La sumisión psicológica, la mente conquistada, el apático conformismo de los individuos ante la destrucción de sus libertades y de su dignidad.

Así ha triunfado el mal siempre y así triunfará de nuevo.

Aunque esta vez será para siempre.

CÓMO NOS HAN MANIPULADO

Pero llegados aquí, quizás deberíamos preguntarnos ¿cómo hemos llegado a este punto sin retorno?

Ciertamente, el triunfo del Gran Hermano se fundamenta en 7 maniobras de manipulación psicológica, 7 mecanismos clave instalados en nuestra mente sin los cuales no habríamos aceptado tal situación:

1-Inoculación

Este es el primer paso, el punto inicial de toda programación mental de la población.

Básicamente consiste en inocular una idea en el imaginario común, con el objetivo de normalizarla, es decir, hacerla plausible, comprensible y asumible para todos, hasta convertirla en una posibilidad vital.

El objetivo principal consiste en eliminar el impacto emocional que implicaría imponer súbitamente y por la fuerza el concepto que se quiere inocular.

En este ejemplo concreto, el concepto a inocular es el del Control Masivo de la Población.

El vehículo habitual y más efectivo utilizado para introducir conceptos destinados a moldear el imaginario social es la ficción cinematográfica y televisiva de masas.


Así, durante años hemos sido inoculados progresivamente con el concepto del Control Masivo a través de exitosas películas, como por ejemplo: El Show de Truman o Enemigo Público, hasta culminar en series de TV como Person of Interest, donde la visión de ese Control ya es casi real, sin olvidar el show televisivo más destructivo y malintencionado jamás creado: Gran Hermano.

 
 Todas estas ficciones, especialmente Enemigo Público y Person of Interest, dada su plausibilidad y actualidad, han condicionado nuestra mente para que pronunciemos sin pestañear la frase: 

“Todos lo sabíamos”.

¿Qué habría sucedido si nuestra mente jamás hubiera ni tan solo concebido la posibilidad del control masivo que nos ofrecen estas obras de ficción?

¿Cómo habría reaccionado entonces la población al despertarse un buen día y descubrir que todas nuestras llamadas y mensajes son monitoreados, analizados y almacenados?

El impacto podría haber sido brutal.

La confianza hacia nuestros gobernantes y hacia el sistema entero se habría venido abajo, como si un repentino día descubrieras que tus padres te secuestraron cuando eras un bebé o que tu marido es un asesino en serie.

Pero ese impacto no se ha producido, porqué el concepto ya había sido hábilmente inoculado en nuestros cerebros.

Por esta razón no ha sucedido ni sucederá nada.

2-Generalización

Otro de los puntos clave consiste en conseguir que el concepto afecte a todas las personas sin distinción.

Pongamos el ejemplo del Control Masivo.

¿Qué sucedería si un día despertaras y descubrieras que solo te vigilan a ti?

¿Qué solo controlan tus llamadas, que solo monitorean tus datos y comunicaciones y que las cámaras solo te graban a ti, exclusivamente?

Simplemente, no podrías soportarlo y tu reacción podría ser imprevisible.

Sin embargo, si sabes que todos somos controlados y vigilados por igual, la idea del Control se te hace mucho más reconfortante y aceptable.

No te sientes como el único, como el aislado, como el perseguido.

Y eso reduce en gran medida tu sentimiento de rebeldía.

Es un sentimiento análogo al que tendrías si te dijeran que has contraído un virus mortal y que solo lo has contraído tú.

Te sentirías señalado y maltratado por el universo, por el destino o por Dios.

Sin embargo, si sabes que ese virus proviene de un brote epidémico que ha afectado a la mayoría de la población mundial y que vamos a morir todos, te sientes integrado en un destino común y en cierta manera, eso te tranquiliza.

Desgraciada y paradójicamente, este es uno de los resortes psicológicos que impiden que nos rebelemos ante el establecimiento del Gran Hermano.

3-Seguridad

Evidentemente, el argumento base, la excusa, el vil subterfugio en el que se fundamenta el establecimiento del Gran Hermano, es en la supuesta seguridad de la población.

En esa división ficticia entre Buenos y Malos, entre ciudadanos pacíficos y terroristas criminales.

Este es el punto que nos lleva a pronunciar la patética frase: “yo no tengo nada que esconder”.

Una frase terrible, pues alberga en su interior muchas implicaciones.

La primera consiste en considerarse el bueno de la película sin tan solo preguntarse por las motivaciones que puedan tener los supuestos malos ni quienes son en realidad.

La segunda y aún más terrible es la aceptación sumisa de que la autoridad tenga derecho a vigilar si escondes algo o no.

Tal cesión del poder individual, reflejo directo del mundo que hemos construido, resulta sin lugar a dudas, el hecho más lamentable y despreciable de todos, pues representa un insulto directo a nuestra propia naturaleza humana más esencial.

Pero comprender esa esencia implicaría una conciencia profunda como individuos y eso es algo difícil de conseguir y transmitir, pues ha sido debidamente borrada de nuestra mente por la sociedad, a través de esas factorías de programación mental que son las escuelas.

4-Dependencia

A estas alturas, ya no sabemos prescindir de los propios mecanismos tecnológicos que sirven para controlarnos.

Somos dependientes de ellos, o más bien dicho, nos sentimos dependientes.

La mayoría de gente no sabría vivir sin su teléfono Móvil, su Smartphone, su Tablet, su Computadora, su What app, su Twitter o su Facebook.

A pesar de que muchos de ellos hayan vivido feliz y confortablemente durante muchos años sin ninguno de estos elementos.

Ahora parece que hayan estado ahí siempre y que sin ellos la supervivencia sea imposible.

Y lo cierto es que nadie querrá aceptarlo, pero hay una palabra para definir eso: se llama Adicción.

Pura adicción psicológica.

Somos adictos a las redes sociales y a nuestros móviles y chismes como lo es un heroinómano o un jugador.

Y como los adictos nos hemos buscado mil y una excusas para justificar nuestra adicción.

Nos hemos convencido a nosotros mismos de que los necesitamos.

Pero eso no es cierto.

Los necesitamos porque los demás también son adictos como nosotros y no queremos quedarnos solos y aislados.

Se trata de un curioso caso de adicción psicológica social, de carácter masivo, en la que todos ejercemos de camello y de yonki a la vez, una estructura altamente eficiente que impide que nadie abandone jamás su adicción.

 5-Participación

Este es quizás uno de los puntos clave más sutiles y tenebrosos.

Pues lo cierto es que no solo somos víctimas del Control Masivo.

También somos partícipes de él y cada vez lo seremos más y más.

En los últimos años, todos y cada uno de nosotros hemos abandonado el rol de mero espectador del espectáculo audiovisual, para pasar al otro lado de la cámara.

Y este es un salto psicológico esencial.

Crucial.

Desde el mismo momento en que somos nosotros los que podemos grabar a los demás, desde el mismo momento en que podemos capturar el mundo y verlo en una pequeña pantalla en tiempo real, nuestra mente supera la línea divisoria y nos introduce inconscientemente en el rol del controlador, del vigilante.

Nos hace partícipes del proceso de Control Masivo y eso reduce enormemente nuestra angustia y de nuevo, nuestra rebeldía.

Nos hemos acostumbrado a ver mil y una imágenes furtivas grabadas con móviles. Imágenes de agresiones policiales, delitos, peleas, accidentes de tráfico y desgracias de todo tipo, vistas en cámara subjetiva.

Nos hemos acostumbrado a grabar sin pedir permiso y a ser grabados sin concederlo.

Porque nosotros también somos el Gran Hermano.

Y eso sí es terrible.

Pues en un futuro cercano, todos nos grabaremos los unos a los otros, todos ejerceremos de vigilantes, de controladores y de denunciantes.

Ahora quizás parezca una fantasía alocada, pero si todo sigue así, llegará un día no muy lejano en que cada cara que nos crucemos por la calle será una cámara de vigilancia y cada mirada una grabación…y llegados a ese punto ¿qué seremos nosotros?


Solo seremos actores, fingiendo constantemente para ser aceptados por los demás y por la sociedad.

El triunfo absoluto de la dictadura más atroz y aterradora jamás imaginada, la destrucción de la esencia individual del ser humano y de la libertad personal hasta sus raíces más profundas.

6-Modus Vivendi

Este significa, sin duda, el punto culminante del proceso, la garantía de perpetuación del Gran Hermano: convertir el Control Masivo en un modo de vida.

Y es que ciertamente, ya hemos llegado a esta situación.

Ahí están las nuevas generaciones, crecidas al amparo de los Smartphone y las redes sociales.

Generaciones de jóvenes acostumbrados a exhibirse como monos de zoológico ante los turistas, adictos a la exposición pública de sus rutinas diarias, como un modo de vida y de relación con los demás.

Criados desde pequeñitos en la navegación por las redes sociales, en las que ver constantemente mil y una caras iguales a las suyas, con ropas, peinados, poses y posturas imitadas como las suyas, en un patético e infinito bucle de imitación-exhibición-imitación con el que diluir cualquier atisbo de individualidad en ese ácido tóxico que es la masa despersonalizada.



Esa es la triste realidad: la aparición de una nueva subespecie humana, formada por semi-individuos con espíritu de colmena, incapaces de vivir si no es bajo la (para ellos) cálida mirada de la omnipresente cámara ante la cual rendir credenciales de forma sumisa y voluntaria.

Porque con las nuevas generaciones, al Gran Hermano ya no le hace falta camuflar sus actividades.

Se exhiben gratuita y voluntariamente, dando todos los detalles sobre sus pensamientos, conductas, actividades e intenciones.

No solo son vigilados y controlados.

Quieren ser vigilados y controlados. Lo necesitan.

Una maravillosa generación de esclavos que por encima de todo desean ser esclavizados. Cuyo único sueño es ser esclavizados. Incapaces de concebir cualquier cosa que no sea su propia esclavitud.

7-Ilusión de victoria

Por último, el Gran Hermano nos ofrece un hábil y malintencionado resorte al que podemos asirnos en momentos de desesperación o súbita clarividencia.

Se trata de un brillo de esperanza prefabricado: la visión del Hacker romántico, del liberador, del Robín Hood de las redes, capaz de derrotar al dragón.

El héroe invencible que desde el anonimato de un aislado sótano puede acabar cuando quiera con tanta opresión masiva, reventando el sistema entero desde su interior.

Una fantasía inoculada junto al concepto del Control Masivo, por la misma vía de la ficción cinematográfica, que actúa como un anticuerpo ficticio en el que, en última instancia, podríamos confiar para liberarnos del Gran Hermano, de la bestia que nos aprisiona.

Pero solo es una patraña.

Un simple y burdo engaño.

Una ilusión en la que no debemos confiar, a pesar de los esfuerzos mediáticos por mostrarnos a algunos de estos héroes solitarios y presentarlos como una alternativa real, con nombres y caras reales y reconocibles, como Julian Assange, Kim Dotcom, Edward Snowden o el sospechoso colectivo Anonymous.


Pero realmente, el Gran Hermano los necesita.

Porque sin ellos no habría alternativa, no existiría oposición alguna ni lugar a la esperanza y entonces solo quedaría una opción para oponerse al Gran Hermano: cortar los cables, reventar los móviles, derribar los satélites, destruir las redes, demoler el sistema entero… ¡y eso sí sería peligroso!

Es mucho mejor una alternativa fiable, una cara amable y heroica que forme parte de los propios mecanismos del sistema.

No hay mejor enemigo que el que creas y controlas tú mismo.

Lo saben todos los gobernantes de la historia.

Así pues, ¿Alguien duda aún de que el Gran Hermano ya ha triunfado?

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

¿Se trata de un proceso casual o ha sido fruto de una hábil y compleja maniobra de ingeniería social, dirigida durante generaciones?

Ciertamente, poco importa ya.

El sistema de Control Masivo ya está instaurado.

Y basa sus futuros triunfos en la falta de perspectiva de los ciudadanos.

En la falta de visión de esos ciudadanos que ahora piensan que no importa que les vigilen, incapaces de comprender las profundas implicaciones que este sistema de control tendrá sobre sus vidas y sobre las de sus descendientes.

Ciudadanos que no comprenden que al otro lado no se encuentra un señor con auriculares que escucha sus conversaciones y toma notas en un trozo de papel, sino una fría y desalmada máquina que los clasifica, los analiza y los monitorea como si fueran piezas de una factoría o pollos de una granja.

Una máquina sin sentimientos ni empatía que ni tan solo sabe lo que es un ser humano, que nos clasifica a todos según nuestros perfiles, costumbres, aficiones, amistades e inclinaciones ideológicas e incluso sexuales.


Y con cuya información, determinadas entidades pueden saber, en cada momento, qué resortes deben accionar y cómo deben hacerlo para manipularnos y conducirnos como a un rebaño camino del matadero.

Con un poder de control que ni el más enloquecido de los dictadores y criminales de la historia habría podido ni tan solo soñar.

Porque poco importa que ahora nos portemos bien y no tengamos nada que esconder.

Los criterios de la máquina pueden ser programados a conveniencia y podemos convertirnos en peligrosos cuando ella decida, no cuando lo decidamos nosotros.

Y por más que nos auto-engañemos, por más que decidamos calificar de paranoicos a los que nos adviertan del terrible futuro que se cierne sobre nosotros, por más excusas y subterfugios que busquemos, lo cierto es que, ahora mismo, la única solución, la única salida para impedir que el Gran Hermano siga adelante, pasa por la renuncia radical y generalizada a estas tecnologías y por la demolición del sistema hasta sus cimientos.

Algo triste, casi inconcebible para todos nosotros, pues amamos estas tecnologías, nos hacen la vida fácil y sobretodo, somos adictos a ellas.

Pero desgraciadamente nadie toma conciencia de la enorme magnitud de lo que está sucediendo.

Porque no se trata de una cuestión ideológica, política o social.

No es una mera cuestión de organización o de libertades civiles.

Estamos ante un salto como especie, un momento crucial a nivel evolutivo, pues implica la desaparición de la esencia misma del ser humano tal y como lo hemos conocido hasta ahora y el surgimiento de un nuevo tipo de humanidad.

Por qué la gran pregunta que se plantea es de una profundidad sin precedentes:

¿EN QUÉ TIPO DE SERES QUEREMOS CONVERTIRNOS?

Tú decides.

GAZZETTA DEL APOCALIPSIS