miércoles, 16 de enero de 2013

La Mafia de la Farmacéutica: Rockefeller



INTRODUCCIÓN:

A lo largo del siglo XX, la industria farmacéutica se desarrolló y organizó con el objetivo de controlar los sistemas sanitarios de todo el mundo mediante la sustitución sistemática de terapias naturales no patentables por sustancias sintéticas patentables y, por tanto, lucrativas. Esta industria no evolucionó de forma natural. Al contrario, fue una decisión adoptada por un puñado de empresarios adinerados y sin escrúpulos que querían hacer una inversión. Ellos identificaron deliberadamente el cuerpo humano como su ámbito de mercado con el objetivo de generar más riquezas.

ROCKEFELLER Y LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA

La fuerza motriz de esta industria de inversión fue el Grupo Rockefeller. Éste controlaba ya más del 90% de la industria petroquímica en los Estados Unidos en el cambio de siglo del XIX al XX, y estaba buscando nuevas oportunidades de inversión a escala internacional. Otro grupo de inversión activo en este sector se formó en torno al grupo financiero Rothschild. 

Después de la Standard Oíl de Rockefeller (hoy Exxon), el segundo conglomerado de empresas farmacéuticas y petroquímicas más grande del mundo durante la primera mitad del siglo XX, fue del grupo IG Farben con sede en Alemania. De hecho, la Segunda Guerra Mundial fue una guerra de agresión preparada, comenzada y dirigida desde los consejos de planificación de IG Farben. 

Ésta fue la empresa matriz de IG Auschwitz, la planta industrial más grande de este cartel de la industria química fuera de Alemania.

Gran parte de la riqueza de este cartel se acumuló con la sangre y el sufrimiento de los esclavos que trabajaban en sus fábricas, incluidos los del campo de concentración de Auschwitz. IG Farben apoyó y utilizó sin ningún escrúpulo a los gobernantes políticos alemanes con sus poderosas armas, con el fin de conseguir el dominio económico sobre toda Europa y el resto del mundo.

IG Farben fue la accionista principal de la Standard Oíl de Rockefeller, y viceversa. En aquel momento, la victoria de las Fuerzas Aliadas sobre la Alemania Nazi acabó con los planes de IG Farben de convertirse en el conglomerado farmacéutico y petroquímico más importante del mundo. 

Al mismo tiempo, Standard Oil y las otras empresas farmacéuticas y petroquímicas del consorcio de Rockefeller se convirtieron en el grupo financiero dominante de esta industria, y desde entonces han mantenido esta posición de liderazgo. 

En el Consejo de Crímenes de Guerra de Núremberg de 1947 contra los directores del cartel IG Farben, algunos de ellos fueron declarados culpables y condenados por cometer crímenes contra la humanidad. El Consejo de Crímenes de Guerra de Núremberg también desmanteló el cartel IG Farben, que se disolvió en las empresas Hoechst, Bayer y BASF.

Actualmente, los Estados Unidos de América y Gran Bretaña son las dos naciones líderes del mundo en exportación de productos farmacéuticos. De hecho, dos de los tres fármacos comerciados actualmente a escala mundial proceden de empresas de estos dos países. 

Enfermedades cardiovasculares, cáncer y otras patologías, que podrían haberse prevenido y eliminado en buena medida hace mucho tiempo. La muerte prematura de millones de personas no es el resultado de una coincidencia ni una negligencia. Se ha organizado deliberada y sistemáticamente en beneficio de la industria farmacéutica y de sus inversores, con el único propósito de ampliar un mercado mundial de fármacos valorado en billones de dólares.

El ámbito de mercado de la industria farmacéutica es el cuerpo humano, y el rendimiento del capital invertido depende de la continuación y expansión de las enfermedades. Sus beneficios dependen de la patentabilidad de los medicamentos, lo que convierte esta industria en la más rentable del planeta Tierra.

Sin embargo, la prevención y erradicación de cualquier enfermedad reduce de manera drástica o elimina totalmente los mercados para los fármacos. Por consiguiente, las empresas farmacéuticas han estado poniendo obstáculos sistemáticamente a la prevención y erradicación de las enfermedades.

Para cometer estos delitos, las empresas farmacéuticas se sirven de un laberinto de ejecutores y cómplices en el mundo de la ciencia, la medicina, los medios de comunicación y la política. Los gobiernos de naciones enteras son manipulados o incluso dirigidos por miembros de grupos de presión y antiguos ejecutivos de la industria farmacéutica. Durante varios decenios, se ha corrompido y abusado de la legislación de naciones enteras para fomentar este "negocio con las enfermedades", valorado en miles de billones de dólares, arriesgando así la salud y las vidas de cientos de millones de pacientes y personas inocentes.

Una condición previa para el auge de la industria farmacéutica como fulgurante negocio de inversión fue la eliminación de la competencia de las terapias seguras y naturales, ya que éstas no son patentables y sus márgenes de beneficio son escasos. Además, estas terapias naturales pueden ayudar a prevenir de forma efectiva e incluso a eliminar enfermedades, debido a sus funciones esenciales en el metabolismo celular.

Como resultado de la eliminación sistemática de las terapias de salud natural y del desarrollo de los sistemas de salud pública en la mayoría de los países del mundo, la industria farmacéutica ha provocado que millones de personas, y casi todas las naciones del mundo, dependan de su negocio de inversión.

La industria farmacéutica ofrece "salud" a millones de pacientes, pero no distribuye los bienes. En su lugar, distribuye productos que simplemente alivian los síntomas al tiempo que mantienen la enfermedad subyacente, como condición previa para el futuro de su negocio. Para disimular este fraude, las empresas farmacéuticas gastan el doble de dinero en ocultarlo que en investigación sobre terapias futuras.

Esta estafa organizada es la razón por la que este negocio de inversión pudo continuar, durante casi un siglo, oculto tras una cortina de humo estratégicamente diseñada, que les convierte en "benefactores" de la humanidad.