No es que deseamos ver lo que
queremos creer, tampoco es que adaptemos las cosas a lo que nos conviene. Lo cierto
es que: la cosa allí está… ¡ni más ni menos! No es buscarle tres pies, ni mucho
menos.
La historia posee una enorme
documentación que registra hechos y sucesos para aquellos tiempos inexplicables
y hoy lo siguen siendo. Vamos al siglo XIV, imaginemos ese tiempo, lleno de
fanatismo religioso y de escaso adelanto científico. Las cosas extrañas solo
eran atribuidas a la intervención divina o satánica. Allí solo se movían
ángeles o demonios y su corte celestial o su séquito de diablos. No se conocía
el término OVNI, nave extraterrestre o astronautas de otros mundos, pero este
tipo de fenómenos surcaba el cielo como tal naturalidad como lo hacen hoy,
desafiando la intelectualidad de los hombres sabios de aquella época.
Que los OVNIS existían no hay
duda y para muestra un botón, como decía mi abuelita. Carlomagno, el emperador
ante la insistencia de las apariciones voladoras proclamo varios edictos donde
condenaba a muerte y si no la tortura a los que llamó “tiranos del aire”, cuya
descripción encuadra como anillo al dedo con la que hoy tenemos y motivo de
estudio de los ovniólogo.
El rey Luis el Magnánimo relata
algunos incidentes contenidos en las “Capitulares del Emperador” En ellas se
refiere a lo “aéreos” los cuales causan impresión de terror a su paso por qué
raptaban a hombres y mujeres para mostrarles el mundo de donde venían.
Lamentablemente aún cuando las intenciones eran pacíficas, cuando los abducidos
(raptados por extraterrestres), retornaban a esta tierra tenían un ingrato
recibimiento por parte de sus congéneres, los que se habían quedado en la
tierra.
Así Luis el Magnánimo consigna:
“Cierto día tres hombres y una mujer fueron vistos en Lyon al descender de una
de estas naves del cielo. El pueblo entero los rodeó gritando que era magos
enviados por Grimaud (Duque de Benevento), para destruir las cosechas de
Francia”. No está demás decir que aquellos infortunados e inocentes seres
intentaron explicar que nada tenían que ver y que ellos eran tan franceses como
toda la multitud y que habían sido raptados por seres que les habían mostrado
maravillas nunca vistas y los habían dejado en libertad para que contaran la
historia.
Lo último que se supo fue que
Agobardo, arzobispo de Lyon (779-840), ordeno investigar el asunto y tras el
informe mando a lapidar a los tres hombres y la mujer. Se ignora se los
acusados lograron sobrevivir a la paliza, ya que el relato del viaje era tan
vívido que decían haber estado en “Magonia”, donde el tiempo transcurría a un
ritmo diferente al de la tierra. Seguramente Einstein si los hubiera
entendido…..¿no les parece?
El nombre de aquel extraño lugar
fue motivo para el título de un excelente y libro, símbolo sobre el tema de los
no identificados y escrito por el físico y ex asesor de la NASA, Jacques
Vallee.
Así que no es que veamos lo que
deseamos ver, si no que los que no creen, no quieran ver.
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