Hemos caído en la trampa.
Es triste aceptarlo y sobretodo
resulta profundamente descorazonador.
Pero es la cruda verdad.
La dictadura global avanza con
paso firme y seguro.
El infierno del Control Masivo ya
es un hecho imparable.
A mucha gente quizás le parezca
absurdo que ahora, precisamente ahora, cuando se desenmascaran los casos de
espionaje masivo de la NSA y de WikiLeaks, alguien se exprese de forma tan
derrotista.
Mucha gente quizás piense que
jamás se habían desvelado tantas verdades juntas y que la sombra del Gran
Hermano se aleja definitivamente, diluida por la cegadora potencia de los focos
mediáticos.
Pero son precisamente esos focos mediáticos los que revelan la cruda realidad, los que nos muestran cuan terrible es la situación que estamos viviendo.
Porque realmente importa muy
poco, por no decir, absolutamente nada, lo que está sucediendo sobre el
escenario.
Poco importa que los gobiernos
Europeos y Latinoamericanos se muestren indignados ante la vigilancia masiva de
la NSA.
Poco importa que algunos de ellos
colaboraran o no en la vigilancia Norteamericana, como es el caso de Francia y
España, enfrascados como están sus máximos dirigentes Hollande y Rajoy en una
frenética carrera por dirimir cuál de los dos alcanza las más altas cotas de
ridículo en la política Europea.
Poco importan las medidas que
tomen Angela Merkel, Dilma Rousseff, o los altamente democráticos gobiernos de
China y Rusia en su lucha por rematar al malvado Imperio Americano, convertido
ya en villano de su propia película.
Ni tan solo importan las nuevas
revelaciones que puedan surgir a partir de ahora, porque en realidad, nada va a
cambiar lo que puedan aportar Edward Snowden, Julian Assange, la NSA, ni mil y
un documentos filtrados o sacados a la luz quien sabe desde qué oscuros
ficheros.
Y mucho menos por las presuntas
soluciones que surgirán milagrosamente, aparentemente destinadas a preservar
nuestra privacidad y nuestra seguridad en ese pomposamente bautizado como
espacio de libertad que es Internet.
Porque la verdad es que el Gran
Hermano ya ha triunfado.
Ya está aquí.
Y ha llegado para quedarse para
siempre, para formar parte integral de la Especie Humana hasta el fin de los
tiempos.
Esa es la espantosa y terrorífica
realidad.
¿Por qué?
Porqué ya vivimos sometidos al
más estricto control las 24 horas del día, rodeados de las omnipresentes
cámaras de vigilancia en calles, oficinas, edificios y carreteras.
Y porque somos totalmente
incapaces de prescindir de los móviles y de las Tablets y sobretodo de Internet
y del imparable almacenamiento de nuestros datos en la Nube, esa suerte de
creciente cerebro común que nos arroja a un nuevo y tenebroso estado como
especie.
Y ante todo, porque a nadie le
importa ni le preocupa en lo más mínimo que le estén vigilando y controlando.
Porque al fin y al cabo, ¿Cuales
han sido las 2 frases más pronunciadas por la ciudadanía tras desvelarse el
escándalo de vigilancia masiva de la NSA?
“Todos lo sabíamos”
Y
“Yo no tengo nada que esconder”
Frases repetidas hasta la
saciedad por la gente de la calle, como un mantra hipnótico, que revelan el
profundo estado de condicionamiento mental y de vergonzante sumisión al que
estamos todos sometidos.
Porque en realidad, estas frases
ocultan un mensaje mucho más duro de aceptar:
“Todos lo sabíamos” en realidad
significa: “no hicimos nada por impedirlo”
“No tengo nada que esconder” en
realidad significa: “no me importa en absoluto que me vigilen…no me importa mi
privacidad ni me importa mi dignidad como ser humano…solo quiero que me dejen
seguir jugando con mis chismes”
Y este es el punto clave que
determina el triunfo final del Gran Hermano.
La sumisión psicológica, la mente
conquistada, el apático conformismo de los individuos ante la destrucción de
sus libertades y de su dignidad.
Así ha triunfado el mal siempre y
así triunfará de nuevo.
Aunque esta vez será para
siempre.
CÓMO NOS HAN MANIPULADO
Pero llegados aquí, quizás
deberíamos preguntarnos ¿cómo hemos llegado a este punto sin retorno?
Ciertamente, el triunfo del Gran
Hermano se fundamenta en 7 maniobras de manipulación psicológica, 7 mecanismos
clave instalados en nuestra mente sin los cuales no habríamos aceptado tal
situación:
1-Inoculación
Este es el primer paso, el punto
inicial de toda programación mental de la población.
Básicamente consiste en inocular
una idea en el imaginario común, con el objetivo de normalizarla, es decir,
hacerla plausible, comprensible y asumible para todos, hasta convertirla en una
posibilidad vital.
El objetivo principal consiste en
eliminar el impacto emocional que implicaría imponer súbitamente y por la
fuerza el concepto que se quiere inocular.
En este ejemplo concreto, el
concepto a inocular es el del Control Masivo de la Población.
El vehículo habitual y más efectivo utilizado para introducir conceptos
destinados a moldear el imaginario social es la ficción cinematográfica y
televisiva de masas.
Así, durante años hemos sido
inoculados progresivamente con el concepto del Control Masivo a través de
exitosas películas, como por ejemplo: El Show de Truman o Enemigo Público,
hasta culminar en series de TV como Person of Interest, donde la visión de ese
Control ya es casi real, sin olvidar el show televisivo más destructivo y
malintencionado jamás creado: Gran Hermano.
Todas estas ficciones,
especialmente Enemigo Público y Person of Interest, dada su plausibilidad y
actualidad, han condicionado nuestra mente para que pronunciemos sin pestañear
la frase:
“Todos lo sabíamos”.
¿Qué habría sucedido si nuestra
mente jamás hubiera ni tan solo concebido la posibilidad del control masivo que
nos ofrecen estas obras de ficción?
¿Cómo habría reaccionado entonces
la población al despertarse un buen día y descubrir que todas nuestras llamadas
y mensajes son monitoreados, analizados y almacenados?
El impacto podría haber sido
brutal.
La confianza hacia nuestros gobernantes
y hacia el sistema entero se habría venido abajo, como si un repentino día
descubrieras que tus padres te secuestraron cuando eras un bebé o que tu marido
es un asesino en serie.
Pero ese impacto no se ha
producido, porqué el concepto ya había sido hábilmente inoculado en nuestros
cerebros.
Por esta razón no ha sucedido ni
sucederá nada.
2-Generalización
Otro de los puntos clave consiste
en conseguir que el concepto afecte a todas las personas sin distinción.
Pongamos el ejemplo del Control
Masivo.
¿Qué sucedería si un día
despertaras y descubrieras que solo te vigilan a ti?
¿Qué solo controlan tus llamadas,
que solo monitorean tus datos y comunicaciones y que las cámaras solo te graban
a ti, exclusivamente?
Simplemente, no podrías
soportarlo y tu reacción podría ser imprevisible.
Sin embargo, si sabes que todos
somos controlados y vigilados por igual, la idea del Control se te hace mucho
más reconfortante y aceptable.
No te sientes como el único, como
el aislado, como el perseguido.
Y eso reduce en gran medida tu
sentimiento de rebeldía.
Es un sentimiento análogo al que
tendrías si te dijeran que has contraído un virus mortal y que solo lo has
contraído tú.
Te sentirías señalado y
maltratado por el universo, por el destino o por Dios.
Sin embargo, si sabes que ese
virus proviene de un brote epidémico que ha afectado a la mayoría de la
población mundial y que vamos a morir todos, te sientes integrado en un destino
común y en cierta manera, eso te tranquiliza.
Desgraciada y paradójicamente,
este es uno de los resortes psicológicos que impiden que nos rebelemos ante el
establecimiento del Gran Hermano.
3-Seguridad
Evidentemente, el argumento base,
la excusa, el vil subterfugio en el que se fundamenta el establecimiento del
Gran Hermano, es en la supuesta seguridad de la población.
En esa división ficticia entre
Buenos y Malos, entre ciudadanos pacíficos y terroristas criminales.
Este es el punto que nos lleva a
pronunciar la patética frase: “yo no tengo nada que esconder”.
Una frase terrible, pues alberga
en su interior muchas implicaciones.
La primera consiste en
considerarse el bueno de la película sin tan solo preguntarse por las
motivaciones que puedan tener los supuestos malos ni quienes son en realidad.
La segunda y aún más terrible es
la aceptación sumisa de que la autoridad tenga derecho a vigilar si escondes
algo o no.
Tal cesión del poder individual,
reflejo directo del mundo que hemos construido, resulta sin lugar a dudas, el
hecho más lamentable y despreciable de todos, pues representa un insulto
directo a nuestra propia naturaleza humana más esencial.
Pero comprender esa esencia
implicaría una conciencia profunda como individuos y eso es algo difícil de
conseguir y transmitir, pues ha sido debidamente borrada de nuestra mente por
la sociedad, a través de esas factorías de programación mental que son las
escuelas.
4-Dependencia
A estas alturas, ya no sabemos
prescindir de los propios mecanismos tecnológicos que sirven para controlarnos.
Somos dependientes de ellos, o
más bien dicho, nos sentimos dependientes.
La mayoría de gente no sabría
vivir sin su teléfono Móvil, su Smartphone, su Tablet, su Computadora, su What
app, su Twitter o su Facebook.
A pesar de que muchos de ellos
hayan vivido feliz y confortablemente durante muchos años sin ninguno de estos
elementos.
Ahora parece que hayan estado ahí
siempre y que sin ellos la supervivencia sea imposible.
Y lo cierto es que nadie querrá
aceptarlo, pero hay una palabra para definir eso: se llama Adicción.
Pura adicción psicológica.
Somos adictos a las redes
sociales y a nuestros móviles y chismes como lo es un heroinómano o un jugador.
Y como los adictos nos hemos
buscado mil y una excusas para justificar nuestra adicción.
Nos hemos convencido a nosotros
mismos de que los necesitamos.
Pero eso no es cierto.
Los necesitamos porque los demás
también son adictos como nosotros y no queremos quedarnos solos y aislados.
Se trata de un curioso caso de
adicción psicológica social, de carácter masivo, en la que todos ejercemos de
camello y de yonki a la vez, una estructura altamente eficiente que impide que
nadie abandone jamás su adicción.
5-Participación
Este es quizás uno de los puntos
clave más sutiles y tenebrosos.
Pues lo cierto es que no solo
somos víctimas del Control Masivo.
También somos partícipes de él y
cada vez lo seremos más y más.
En los últimos años, todos y cada
uno de nosotros hemos abandonado el rol de mero espectador del espectáculo
audiovisual, para pasar al otro lado de la cámara.
Y este es un salto psicológico
esencial.
Crucial.
Desde el mismo momento en que
somos nosotros los que podemos grabar a los demás, desde el mismo momento en
que podemos capturar el mundo y verlo en una pequeña pantalla en tiempo real,
nuestra mente supera la línea divisoria y nos introduce inconscientemente en el
rol del controlador, del vigilante.
Nos hace partícipes del proceso
de Control Masivo y eso reduce enormemente nuestra angustia y de nuevo, nuestra
rebeldía.
Nos hemos acostumbrado a ver mil
y una imágenes furtivas grabadas con móviles. Imágenes de agresiones
policiales, delitos, peleas, accidentes de tráfico y desgracias de todo tipo,
vistas en cámara subjetiva.
Nos hemos acostumbrado a grabar
sin pedir permiso y a ser grabados sin concederlo.
Porque nosotros también somos el
Gran Hermano.
Y eso sí es terrible.
Pues en un futuro cercano, todos
nos grabaremos los unos a los otros, todos ejerceremos de vigilantes, de
controladores y de denunciantes.
Ahora quizás parezca una fantasía
alocada, pero si todo sigue así, llegará un día no muy lejano en que cada cara
que nos crucemos por la calle será una cámara de vigilancia y cada mirada una
grabación…y llegados a ese punto ¿qué seremos nosotros?
Solo seremos actores, fingiendo
constantemente para ser aceptados por los demás y por la sociedad.
El triunfo absoluto de la
dictadura más atroz y aterradora jamás imaginada, la destrucción de la esencia
individual del ser humano y de la libertad personal hasta sus raíces más
profundas.
6-Modus Vivendi
Este significa, sin duda, el
punto culminante del proceso, la garantía de perpetuación del Gran Hermano:
convertir el Control Masivo en un modo de vida.
Y es que ciertamente, ya hemos
llegado a esta situación.
Ahí están las nuevas
generaciones, crecidas al amparo de los Smartphone y las redes sociales.
Generaciones de jóvenes
acostumbrados a exhibirse como monos de zoológico ante los turistas, adictos a
la exposición pública de sus rutinas diarias, como un modo de vida y de
relación con los demás.
Criados desde pequeñitos en la
navegación por las redes sociales, en las que ver constantemente mil y una
caras iguales a las suyas, con ropas, peinados, poses y posturas imitadas como
las suyas, en un patético e infinito bucle de imitación-exhibición-imitación
con el que diluir cualquier atisbo de individualidad en ese ácido tóxico que es
la masa despersonalizada.
Esa es la triste realidad: la
aparición de una nueva subespecie humana, formada por semi-individuos con
espíritu de colmena, incapaces de vivir si no es bajo la (para ellos) cálida
mirada de la omnipresente cámara ante la cual rendir credenciales de forma
sumisa y voluntaria.
Porque con las nuevas
generaciones, al Gran Hermano ya no le hace falta camuflar sus actividades.
Se exhiben gratuita y
voluntariamente, dando todos los detalles sobre sus pensamientos, conductas,
actividades e intenciones.
No solo son vigilados y
controlados.
Quieren ser vigilados y
controlados. Lo necesitan.
Una maravillosa generación de
esclavos que por encima de todo desean ser esclavizados. Cuyo único sueño es
ser esclavizados. Incapaces de concebir cualquier cosa que no sea su propia
esclavitud.
7-Ilusión de victoria
Por último, el Gran Hermano nos
ofrece un hábil y malintencionado resorte al que podemos asirnos en momentos de
desesperación o súbita clarividencia.
Se trata de un brillo de
esperanza prefabricado: la visión del Hacker romántico, del liberador, del
Robín Hood de las redes, capaz de derrotar al dragón.
El héroe invencible que desde el
anonimato de un aislado sótano puede acabar cuando quiera con tanta opresión
masiva, reventando el sistema entero desde su interior.
Una fantasía inoculada junto al
concepto del Control Masivo, por la misma vía de la ficción cinematográfica,
que actúa como un anticuerpo ficticio en el que, en última instancia, podríamos
confiar para liberarnos del Gran Hermano, de la bestia que nos aprisiona.
Pero solo es una patraña.
Un simple y burdo engaño.
Una ilusión en la que no debemos
confiar, a pesar de los esfuerzos mediáticos por mostrarnos a algunos de estos
héroes solitarios y presentarlos como una alternativa real, con nombres y caras
reales y reconocibles, como Julian Assange, Kim Dotcom, Edward Snowden o el
sospechoso colectivo Anonymous.
Pero realmente, el Gran Hermano
los necesita.
Porque sin ellos no habría
alternativa, no existiría oposición alguna ni lugar a la esperanza y entonces
solo quedaría una opción para oponerse al Gran Hermano: cortar los cables,
reventar los móviles, derribar los satélites, destruir las redes, demoler el
sistema entero… ¡y eso sí sería peligroso!
Es mucho mejor una alternativa
fiable, una cara amable y heroica que forme parte de los propios mecanismos del
sistema.
No hay mejor enemigo que el que
creas y controlas tú mismo.
Lo saben todos los gobernantes de
la historia.
Así pues, ¿Alguien duda aún de
que el Gran Hermano ya ha triunfado?
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
¿Se trata de un proceso casual o
ha sido fruto de una hábil y compleja maniobra de ingeniería social, dirigida
durante generaciones?
Ciertamente, poco importa ya.
El sistema de Control Masivo ya
está instaurado.
Y basa sus futuros triunfos en la
falta de perspectiva de los ciudadanos.
En la falta de visión de esos
ciudadanos que ahora piensan que no importa que les vigilen, incapaces de
comprender las profundas implicaciones que este sistema de control tendrá sobre
sus vidas y sobre las de sus descendientes.
Ciudadanos que no comprenden que
al otro lado no se encuentra un señor con auriculares que escucha sus
conversaciones y toma notas en un trozo de papel, sino una fría y desalmada
máquina que los clasifica, los analiza y los monitorea como si fueran piezas de
una factoría o pollos de una granja.
Una máquina sin sentimientos ni
empatía que ni tan solo sabe lo que es un ser humano, que nos clasifica a todos
según nuestros perfiles, costumbres, aficiones, amistades e inclinaciones
ideológicas e incluso sexuales.
Y con cuya información,
determinadas entidades pueden saber, en cada momento, qué resortes deben
accionar y cómo deben hacerlo para manipularnos y conducirnos como a un rebaño
camino del matadero.
Con un poder de control que ni el
más enloquecido de los dictadores y criminales de la historia habría podido ni
tan solo soñar.
Porque poco importa que ahora nos
portemos bien y no tengamos nada que esconder.
Los criterios de la máquina
pueden ser programados a conveniencia y podemos convertirnos en peligrosos
cuando ella decida, no cuando lo decidamos nosotros.
Y por más que nos auto-engañemos,
por más que decidamos calificar de paranoicos a los que nos adviertan del
terrible futuro que se cierne sobre nosotros, por más excusas y subterfugios
que busquemos, lo cierto es que, ahora mismo, la única solución, la única
salida para impedir que el Gran Hermano siga adelante, pasa por la renuncia
radical y generalizada a estas tecnologías y por la demolición del sistema
hasta sus cimientos.
Algo triste, casi inconcebible
para todos nosotros, pues amamos estas tecnologías, nos hacen la vida fácil y
sobretodo, somos adictos a ellas.
Pero desgraciadamente nadie toma
conciencia de la enorme magnitud de lo que está sucediendo.
Porque no se trata de una
cuestión ideológica, política o social.
No es una mera cuestión de
organización o de libertades civiles.
Estamos ante un salto como
especie, un momento crucial a nivel evolutivo, pues implica la desaparición de
la esencia misma del ser humano tal y como lo hemos conocido hasta ahora y el
surgimiento de un nuevo tipo de humanidad.
Por qué la gran pregunta que se
plantea es de una profundidad sin precedentes:
¿EN QUÉ TIPO DE SERES QUEREMOS
CONVERTIRNOS?
Tú decides.
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS