El detalle que sorprendió a
técnicos y científicos fue el de no encontrar en toda la estructura metálica de
la nave señal alguna de soldadura o remachado, unión tan usual en las
construcciones humanas o sea que la nave espacial parecía construida en una
sola pieza de forma circular y sin ningún tipo de costura metálica visible que
mostrara donde terminaba una parte y comenzaba la otra.
Ante este panorama los
investigadores comenzaron sus trabajos a fin de poder penetrar dentro de la
astronave para lo cual trataron de producir un boquete o algo semejante, ya que
la pequeña escotilla ofrecía dificultades por sus reducidas dimensiones. Pero
al pretender perforar el metal, se toparon con otra sorpresa: las mechas del
tipo corriente de los taladros eléctricos se quebraron y al ser suplantadas por
otros modelos de cortes y temples especiales, el resultado fue análogo al anterior.
Se utilizaron sopletes del tipo
común y oxhídrico, inclusive con mezclas especiales hasta obtener temperaturas
de casi 5.250ºC y se obtuvieron los mismos efectos que los ya citados; en una
palabra, el material con que estaba construido parecía indestructible.
Posteriormente, al ser sometido a ensayos metalográficos en los laboratorios de
pruebas, reveló un tipo de cohesión molecular tan extraordinario que indicaba
una elaboración desconocida para la metalurgia terrestre.
Venciendo distintas dificultades que
no se mencionan, los técnicos lograron finalmente introducirse por la pequeña
escotilla rota, presentándose ante sus ojos un espectáculo completamente
desolador. Seis pequeños cadáveres de tripulantes del disco volador aparecían
en su interior, siendo su aspecto, morfológicamente, parecido al de los seres
humanos.
Su muerte presuntamente debió
haber ocurrido por efectos de la descompresión brusca de la atmósfera, al
destruirse la escotilla faltante, la que estaba construida de un material
similar a nuestro plástico pero de una dureza increíble. Los rostros de los
cadáveres aparecían como quemados, suponiéndose que ello fue originado por el
brusco contacto con nuestra atmósfera a velocidades fantásticas. Todos estaban
vestidos en la misma forma, con una especie de buzo azul que les cubría por
completo todo el cuerpo, salvo el rostro, que fue la parte afectada.
El material con que estaban
construidos los buzos, demostró que no era de fibras naturales o sintéticas
similares a los plásticos humanos, sino más bien de textura metálica pero
dotado de una gran flexibilidad e imposible de destruir soportando
perfectamente bien las llamas de sopletes oxhídricos a 2.250ºC.
Pero lo que más interesaba a los
científicos era determinar la mecánica de la nave y su instrumental, eso lo
vamos a ver en la próxima entrada...
Fabio Zapata