INTRODUCCIÓN:
A lo largo del siglo XX, la industria farmacéutica se desarrolló y organizó con el objetivo de controlar los sistemas sanitarios de todo el mundo mediante la sustitución sistemática de terapias naturales no patentables por sustancias sintéticas patentables y, por tanto, lucrativas. Esta industria no evolucionó de forma natural. Al contrario, fue una decisión adoptada por un puñado de empresarios adinerados y sin escrúpulos que querían hacer una inversión. Ellos identificaron deliberadamente el cuerpo humano como su ámbito de mercado con el objetivo de generar más riquezas.
A lo largo del siglo XX, la industria farmacéutica se desarrolló y organizó con el objetivo de controlar los sistemas sanitarios de todo el mundo mediante la sustitución sistemática de terapias naturales no patentables por sustancias sintéticas patentables y, por tanto, lucrativas. Esta industria no evolucionó de forma natural. Al contrario, fue una decisión adoptada por un puñado de empresarios adinerados y sin escrúpulos que querían hacer una inversión. Ellos identificaron deliberadamente el cuerpo humano como su ámbito de mercado con el objetivo de generar más riquezas.
ROCKEFELLER
Y LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA
La fuerza motriz de esta
industria de inversión fue el Grupo Rockefeller. Éste controlaba ya más del 90%
de la industria petroquímica en los Estados Unidos en el cambio de siglo del
XIX al XX, y estaba buscando nuevas oportunidades de inversión a escala
internacional. Otro grupo de inversión activo en este sector se formó en torno
al grupo financiero Rothschild.
Después de la Standard Oíl de
Rockefeller (hoy Exxon), el segundo conglomerado de empresas farmacéuticas y
petroquímicas más grande del mundo durante la primera mitad del siglo XX, fue
del grupo IG Farben con sede en Alemania. De hecho, la Segunda Guerra
Mundial fue una guerra de agresión preparada, comenzada y dirigida desde los
consejos de planificación de IG Farben.
Ésta fue la empresa matriz de IG
Auschwitz, la planta industrial más grande de este cartel de la industria
química fuera de Alemania.
Gran parte de la riqueza de este
cartel se acumuló con la sangre y el sufrimiento de los esclavos que trabajaban
en sus fábricas, incluidos los del campo de concentración de Auschwitz. IG
Farben apoyó y utilizó sin ningún escrúpulo a los gobernantes políticos
alemanes con sus poderosas armas, con el fin de conseguir el dominio económico
sobre toda Europa y el resto del mundo.
IG Farben fue la accionista
principal de la Standard Oíl de Rockefeller, y viceversa. En aquel momento, la
victoria de las Fuerzas Aliadas sobre la Alemania Nazi acabó con los planes de
IG Farben de convertirse en el conglomerado farmacéutico y petroquímico más
importante del mundo.
Al mismo tiempo, Standard Oil y las otras empresas
farmacéuticas y petroquímicas del consorcio de Rockefeller se convirtieron en
el grupo financiero dominante de esta industria, y desde entonces han mantenido
esta posición de liderazgo.
En el Consejo de Crímenes de
Guerra de Núremberg de 1947 contra los directores del cartel IG Farben, algunos
de ellos fueron declarados culpables y condenados por cometer crímenes contra
la humanidad. El Consejo de Crímenes de Guerra de Núremberg también
desmanteló el cartel IG Farben, que se disolvió en las empresas Hoechst, Bayer
y BASF.
Actualmente, los Estados Unidos
de América y Gran Bretaña son las dos naciones líderes del mundo en exportación
de productos farmacéuticos. De hecho, dos de los tres fármacos comerciados
actualmente a escala mundial proceden de empresas de estos dos países.
Enfermedades cardiovasculares,
cáncer y otras patologías, que podrían haberse prevenido y eliminado en buena
medida hace mucho tiempo. La muerte prematura de millones de personas no
es el resultado de una coincidencia ni una negligencia. Se ha organizado
deliberada y sistemáticamente en beneficio de la industria farmacéutica y de
sus inversores, con el único propósito de ampliar un mercado mundial de
fármacos valorado en billones de dólares.
El ámbito de mercado de la
industria farmacéutica es el cuerpo humano, y el rendimiento del capital
invertido depende de la continuación y expansión de las enfermedades. Sus
beneficios dependen de la patentabilidad de los medicamentos, lo que convierte
esta industria en la más rentable del planeta Tierra.
Sin embargo, la prevención y erradicación
de cualquier enfermedad reduce de manera drástica o elimina totalmente los
mercados para los fármacos. Por consiguiente, las empresas farmacéuticas han
estado poniendo obstáculos sistemáticamente a la prevención y erradicación de
las enfermedades.
Para cometer estos delitos, las
empresas farmacéuticas se sirven de un laberinto de ejecutores y cómplices en
el mundo de la ciencia, la medicina, los medios de comunicación y la política.
Los gobiernos de naciones enteras son manipulados o incluso dirigidos por
miembros de grupos de presión y antiguos ejecutivos de la industria
farmacéutica. Durante varios decenios, se ha corrompido y abusado de la
legislación de naciones enteras para fomentar este "negocio con las
enfermedades", valorado en miles de billones de dólares, arriesgando así
la salud y las vidas de cientos de millones de pacientes y personas inocentes.
Una condición previa para el auge
de la industria farmacéutica como fulgurante negocio de inversión fue la
eliminación de la competencia de las terapias seguras y naturales, ya que éstas
no son patentables y sus márgenes de beneficio son escasos. Además, estas
terapias naturales pueden ayudar a prevenir de forma efectiva e incluso a
eliminar enfermedades, debido a sus funciones esenciales en el metabolismo
celular.
Como resultado de la eliminación
sistemática de las terapias de salud natural y del desarrollo de los sistemas
de salud pública en la mayoría de los países del mundo, la industria
farmacéutica ha provocado que millones de personas, y casi todas las naciones
del mundo, dependan de su negocio de inversión.
La industria farmacéutica ofrece
"salud" a millones de pacientes, pero no distribuye los bienes. En su
lugar, distribuye productos que simplemente alivian los síntomas al tiempo que
mantienen la enfermedad subyacente, como condición previa para el futuro de su
negocio. Para disimular este fraude, las empresas farmacéuticas gastan el doble
de dinero en ocultarlo que en investigación sobre terapias futuras.
Esta estafa organizada es la razón
por la que este negocio de inversión pudo continuar, durante casi un siglo,
oculto tras una cortina de humo estratégicamente diseñada, que les convierte en
"benefactores" de la humanidad.